Óscar Herrera, decano de la Facultad de Ingeniería de la U. C. reflexiona sobre el pasado, presente y futuro de esta área, en el marco de un proceso de paz.
Los inicios del ejercicio de la Ingeniería en Colombia son contemporáneos con la constitución de la República. La fundación de la Escuela de Ingenieros Militares en Rionegro (Antioquia), en agosto de 1814; la primera cátedra de Ingeniería ofrecida por el Sabio Francisco José de Caldas, en octubre del mismo año, y el título de ingeniero civil otorgado por primera vez a un colombiano, al ilustre don Lino de Pombo, también al inicio de la segunda década del siglo XIX, en pleno proceso de independencia, son hitos que señalan el comienzo de la Ingeniería en el país.
Durante el siglo XIX y hasta la Guerra de los Mil Días, el papel de las escuelas de Ingeniería, los ingenieros militares y los ingenieros civiles fue vital en el desarrollo del país, en particular en la construcción de vías de acceso, el acompañamiento al Gobierno en temas de geopolítica y el avance en el conocimiento del territorio, de los recursos orográficos y minerales, entre otras labores de apoyo y asesoría al Estado.
Al inicio del siglo XX y después de la separación de Panamá, el flujo de extranjeros —provenientes en particular de países europeos— impulsó el desarrollo de nuevas facultades y escuelas de Ingeniería en Colombia y motivó la creación de las facultades de Ciencias Naturales.
El papel de la Ingeniería en Colombia hasta mediados del siglo XX fue decisivo en la construcción del país, tanto por su impulso al desarrollo de la infraestructura física, intelectual y científica, como por la asesoría al Estado en la implementación de estrategias para el desarrollo económico.
En las últimas décadas, a pesar del auge de los programas de Ingeniería (cerca de 1.000 en las diferentes denominaciones aceptadas en Colombia) y los más de 50.000 graduados anuales en los diferentes campos, la Ingeniería ha perdido su capacidad de influir sobre los asuntos estratégicos del desarrollo nacional.
La cada vez más precaria presencia de los ingenieros, así como la casi nula participación de los científicos en la construcción de las políticas de impulso al desarrollo nacional de mediano y largo plazos, hace que las medidas que se diseñan en cada gobierno no respondan a políticas de Estado, sino a intereses mediáticos, lo que mantiene al país en una condición de dependencia económica y social. Una evidencia de esta escasa capacidad de maniobra es el golpe a la economía nacional que ha significado la caída de los precios internacionales del petróleo y los minerales.
Hoy se observa con sorpresa el déficit de ingenieros para suplir las necesidades de la industria nacional: se habla de alrededor de 100.000 ingenieros menos de los que deberían estar aportando al desarrollo tecnológico y, por tanto, económico del país, sin mencionar el déficit de científicos, es decir, matemáticos, estadísticos, físicos, químicos y biólogos que puedan contribuir a pensar y diseñar un país viable a futuro.
Sin embargo, este déficit no es gratuito, sino que responde a la falta de visión sobre la importancia de la ciencia y la tecnología en Colombia.
Estas carencias, motivadas por falta de políticas y presupuestos claramente orientados al desarrollo científico y tecnológico, hacen que el ciudadano corriente no encuentre mayor relevancia en el papel que la ciencia y la técnica juegan en las estrategias de desarrollo de capital humano en una sociedad como la nuestra.
Los retos actuales para la ciencia y la Ingeniería colombianas son sin duda grandes, toda vez que están llamadas a aportar soluciones a problemáticas tan variadas y estratégicas como la escasez del agua, su conservación y adecuada distribución; la explotación de los recursos naturales; las técnicas de extracción, conservación y recuperación de los recursos aledaños; y el desarrollo agrícola de alto valor agregado.
También, la exportación de servicios de salud y su oferta apoyada en tecnología que genere mejoras en la prestación dentro de modelos costo-eficientes; la articulación de las Ciencias de la Vida, las Ciencias Físicas y la Ingeniería para modernizar la industria nacional y darle rumbo a compañías basadas en tecnología de alto valor agregado, e indiscutiblemente, influir en la construcción de políticas que aseguren los recursos y estímulos para el impulso de la ciencia y la tecnología en el país como estrategia de desarrollo.
A los retos ya señalados se suma una mega obra nacional: la reconstrucción del país y la construcción de la paz. Es claro que no es una labor solo para la Ingeniería o la ciencia nacionales; no obstante, las seis décadas de conflicto en Colombia han generado diversos tipos de atraso en gran parte del territorio nacional.
Es entonces labor de los ingenieros y los científicos poner a disposición de las comunidades y del territorio una buena cantidad de herramientas para el reconocimiento del país, sus necesidades y sus prioridades, así como para proponer soluciones que permitan recuperar un desarrollo económico, social y ambiental equilibrado.
Es necesario recordar el papel que esta profesión cumple en el avance de una nación, al proveer soluciones a las necesidades básicas, asegurar el acceso a servicios públicos, generar el desarrollo de infraestructura que asegure la logística necesaria para desplegar el potencial de los productos y servicios de una región o un territorio, diseñar los sistemas que garanticen la movilidad de las personas con seguridad y eficiencia y explorar nuevos métodos y posibilidades de uso eficiente de los recursos técnicos y naturales para mejorar la competitividad y el impacto económico y social de un país.