Con una oferta que triplica la de las carreras presenciales, los programas virtuales están democratizando, cada vez más, el acceso de los colombianos a la educación superior.
Unas décadas atrás, el acceso a los programas profesionales casi era un privilegio reservado a unos pocos, antes que un derecho fundamental de todos los ciudadanos. Sin embargo, diversas dinámicas sociales, políticas y económicas, así como las profundas transformaciones que han propiciado las tecnologías de la información en muchos ámbitos de la vida, han llevado a que educación superior esté hoy al alcance de más personas.
Sin duda, el auge de los programas virtuales es uno de los fenómenos que más han contribuido a esta revolución educativa. Esto se explica por los siguientes factores:
- La necesidad de brindar más oportunidades educativas a la población en todos los niveles. En este sentido, la educación virtual ofrece grandes facilidades a las personas de menores recursos, que no están en capacidad de dedicar un tiempo fijo a sus estudios ni tienen la posibilidad de desplazarse regularmente a los centros educativos en razón de su trabajo o de sus circunstancias particulares.
- La necesidad de mejorar la calidad, toda vez que la educación virtual complementa a la enseñanza tradicional como medio para que el estudiante pueda conocer múltiples perspectivas y los desarrollos más recientes sobre un tema en particular. Además, le ofrece la opción de acceder a las clases e investigaciones las veces que desee, mientras que en la modalidad presencial solo tiene oportunidad de recibir las explicaciones del profesor durante las horas lectivas.
- La educación virtual fomenta la vigilancia tecnológica y la inteligencia competitiva por parte de las instituciones de formación superior, lo que las lleva a esforzarse permanentemente por evolucionar a fin de lograr la mayor eficiencia y competitividad posibles (y, por supuesto, para atraer a más estudiantes con una oferta educativa pertinente y de calidad).
Como resultado de dicha vigilancia tecnológica y de esa inteligencia competitiva, puede decirse que muchas instituciones de educación superior han logrado un mejor conocimiento del entorno, así como de sus actores y sus demandas. Esto, unido a los requerimientos del Estado, ha llevado a que en el país se incentiven los programas de formación en TIC, bilingüismo (en especial con miras a lograr el dominio del inglés) y competencias para el mercado laboral.
Vale la pena resaltar el hecho de que el conocimiento para la competitividad hace de la educación virtual un importante motor del desarrollo humano, económico y social. En este sentido, Martín Hopenhayn y Ernesto Ottone afirman lo siguiente en su libro El gran eslabón: educación y desarrollo en el umbral del siglo XXI: “La difusión de destrezas pertinentes y la formación de recursos humanos constituyen el eje articulador de los cambios productivos, la participación ciudadana y la movilidad social”.
Para garantizar la actualización permanente de sus programas virtuales (lo que debería ser parte integral de una prospectiva estratégica), las instituciones de educación pueden recurrir a las siguientes acciones:
- Crear tecnología (o asociarse a sus propietarios) para conocer de primera mano las innovaciones en este campo y darlas a conocer.
- Construir nuevos conocimientos y estar al tanto de los conocimientos creados por otros, lo que incluye la construcción de contenidos didácticos adaptados a las necesidades y aptitudes de los estudiantes.
- Adquirir experticia en la integración de actividades, para alcanzar los mejores resultados posibles en la enseñanza y el aprendizaje.
Referencias bibliográficas
Ministerio de Educación Nacional (2006). Visión 2019 - Educación, Propuesta para Discusión.
ACESAD (2013). La educación superior a distancia y virtual en Colombia: nuevas realidades.