Redes sociales: ¿algoritmos que afectan el bienestar psicosocial?
Tres estudiantes de Ciencia de Datos de la UCentral analizaron las implicaciones éticas del avance de las redes sociales.
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La generación X (los nacidos entre 1965 y 1980) esperaba que los llamaran al teléfono fijo para salir y pasaban horas frente a la radio esperando su canción favorita. En cambio, los jóvenes Z (concebidos en los 1995 y 2012) socializan por Instagram y descubren música en los audios de los innumerables TikToks que ven al día.
El auge de las redes sociales cambió la forma de interactuar con los otros y también influyó en el funcionamiento de nuestro cerebro.
De esto trata “El dilema de las redes sociales” (2020), un documental dramatizado que explica los impactos sociales y psicológicos de plataformas como Facebook, Instagram y X, en niños, adolescentes y adultos jóvenes. Esta serie de no ficción fue ampliamente aclamada en su estreno, ya que, por primera vez, se evidenciaron científicamente los efectos negativos que tienen estas herramientas digitales. Además, fue impactante para el público de ese momento, pues, en medio de la pandemia del covid-19, estas eran su único medio de conexión con el mundo.
Tanto al director Jeff Orlowski-Tang —quien dejó de usar Facebook después de grabar el filme— como a las estudiantes del programa de Ciencia de Datos de la Universidad Central Violeta Rodríguez Rodríguez, Laura Sofía Medina Gómez y Taisha Natalia Chona Hernández —quienes analizaron el tema como parte del curso Introducción a Ciencia de Datos—, este producto audiovisual les hizo cuestionarse: ¿es ético y razonable diseñar algoritmos que afectan el bienestar psicosocial para obtener un beneficio económico?, ¿se deberían prohibir o regular las redes sociales?
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¿Por qué se da la adicción a las redes sociales?
Los modelos de aprendizaje automático convirtieron a las redes sociales en espacios digitales donde el “scroll” se volvió adictivo. Tal como lo expresó la estudiante Violeta Rodríguez, “este tipo de algoritmos logran predecir y manipular comportamientos de los usuarios”, y, por lo tanto, la persona recibe contenido específico que le impide irse de la red.
Esto es útil para las empresas tecnológicas, ya que pueden ofrecer servicios de publicidad segmentada a diversas organizaciones al obtener mayor cantidad de datos específicos de las personas. Incluso, se vende información de las personas para distintos fines.
Violeta señala que, debido a este documental, reconoció que estas herramientas tecnológicas aumentan “los niveles de ansiedad y depresión que presentan los adolescentes por el uso excesivo de las redes sociales”. Paralelamente, también generan adicción a sus teléfonos, a causa de los constantes estímulos neurológicos que reciben con interacciones o notificaciones de aplicaciones.
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¿Cómo contrarrestar los efectos de las redes sociales?
Laura Sofía Medina Gómez concuerda con la estudiante Violeta Rodríguez en que el modelo de negocio de las redes sociales “se basa en explotar nuestros datos”. Sin embargo, explica que es imposible abandonar totalmente las redes en medio de una sociedad tan hiperconectada y que estas, en el fondo, facilitan la comunicación, conectan con las personas y masifican ideas rápidamente.
Por ello, propuso tres recomendaciones que pueden ayudar a tomar conciencia del uso y entrega de nuestros datos personales en este marco:
- Informarse sobre el funcionamiento de las plataformas: es necesario saber qué datos se recolectan, cómo se usan y para qué fines; así se puede proteger la privacidad y la autonomía.
- Controlar el tiempo que se pasa en redes y reflexionar sobre su impacto emocional: para romper con la dependencia, podemos poner límites, establecer horarios y hacer pausas.
- Exigir ética y regulación a las empresas tecnológicas: como usuarios tenemos derecho a plataformas transparentes, responsables y respetuosas con nuestra salud mental.
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¿Prohibir o regular las redes sociales?
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Alejarse o seguir usando las redes sociales es el fondo del dilema ético de estos ecosistemas digitales, expresaron las tres estudiantes.
La estudiante Taisha Natalia Chona destaca que sería inútil prohibirlas, porque, “cuando desaparece una plataforma, inmediatamente surge otra para ocupar su lugar”, entonces la clave está en la regulación personal y legislativa.
La estudiante enfatiza que la verdadera solución está en convivir con ellas de forma saludable. Lo ideal es “desconectarnos periódicamente, establecer límites claros y mantenernos conscientes de nuestro consumo diario” en internet.
Tanto Taisha Natalia como Violeta Rodríguez sugieren que estos medios digitales afectan cada vez más la salud mental de la población y, con ello, las relaciones personales que se entablan. En ese mismo sentido, comentan que esto impacta directamente cómo se desarrolla la sociedad políticamente, pues la segmentación excesiva de información propicia la desinformación y la polarización de opiniones.
Por ello, empresas como Meta, X, ByteDance y Google, deben ser más transparentes sobre cómo funcionan sus algoritmos e implementar mecanismos en torno a la educación digital.
Además, puntualizaron que “es crucial promover políticas seguras para la navegación en línea, ya que no es un secreto que muchas veces se ve sin elegir y, por ende, se decide sin pensar”. Es decir, que los consumidores no elegimos de forma consciente la forma en que son tratados nuestros datos y no hay una relación justa entre los usuarios.
Con reflexiones como estas, la Universidad Central fomenta el pensamiento crítico en los futuros profesionales en Ciencias de Datos, para que aporten al desarrollo ético de la tecnología en Colombia y el mundo.
Máster Central
Bogotá, D. C., 6 de septiembre de 2025
Imágenes: Universidad Central y Freepik