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“Hay que recuperar el alma de la gente”: Víctor Gaviria

Noticentral habló con el director Víctor Gaviria sobre su proceso creador de películas de realidad, sus intereses y la importancia de las artes en el nuevo escenario del posconflicto.     

Víctor Gaviria

 

El cineasta colombiano concedió una entrevista a Noticentral en la que nos contó sobre su trabajo con actores naturales y cómo determina qué historia llevar a la pantalla grande, entre otros aspectos.

Para afrontar la realidad, en sus películas usted utiliza un lenguaje cinematográfico particular; por ejemplo, el uso de actores naturales ¿Por qué este interés?

Los personajes de mis películas son las personas que uno ve cuando sale a la calle, los jóvenes que uno se encuentra con esa lógica de la exclusión; por ejemplo, en el boulevard de la séptima se encuentra mucho esa realidad, que es la del país, la del colombiano. Son este tipo de personas los protagonistas de mis películas porque me interesa mucho que la gente respete, que empecemos a valorarnos.

Yo creo que tenemos que ser un país más solidario, de verdadera inclusión; es decir, es necesario crear la consciencia de que estamos construyendo un país entre todos. No se trata de que se salve el que pueda, tenemos que salvarnos todos.

El trabajo con los actores naturales se construye como un diálogo social, en el sentido de que lo realizadores aportan algo y ellos otra cosa. Venimos todo de lugares distintos, de orígenes diferentes, esto permite reflejar la esencia de la ciudad.

Este cine se caracteriza por la llegada de gente que tiene experiencias sociales totalmente diferentes a las de uno. La perspectiva de uno está muy limitada porque el único contacto que se tiene con la ciudad es a través de la televisión, el periódico, la radio, y estos medios solo muestran una parte.
Entonces, la llegada de estas personas con estas vivencias particulares se presenta con una fuerza inmensa; lo que te dicen te sacude, te emociona, te conmueve. Ese encuentro con esas corrientes de vida es arte por sí mismo, que la cámara conserva y potencia.

¿Cómo escoger una historia entre todas las que conoce?

No es que uno escoja la mejor historia, porque hay muchas, muy buenas e interesantes. Yo tengo docenas cercanas a mí, con las que he convivido, de las que me he impregnado tanto que se convierten en parte de mi propia existencia, de mi propia vida. Pero, irremediablemente, llega un momento en el que hay que escoger solo una; esto es como casarse como una persona, porque tienes que darles la espalda a otras muchas.

Estas películas de realidad son muy difíciles y largas de realizar. Todo el proceso de encontrar los actores —que son la película— es largo, la búsqueda puede tomar dos años, sin contar el rodaje; así que, en cierto sentido, uno tiene que despedirse de esos coqueteos, de esos amores efímeros y rápidos que se forman con algunas historias, uno las va dejando ahí.

Lo interesante con las historias es ir acercándolas, hasta que llegue un momento en el que se ha trabajado tanto en ellas, se ha indagado tanto que pareciera que uno las hubiera vivido de alguna manera.

¿Cómo desarrolla o estructura las historias de esos personajes que son sus protagonistas?

El cine, en general, es un proceso de traducción. Ser fiel y leal a las historias requiere de un gran esfuerzo, porque uno siempre traduce y se va alejando de la historia original al imponerle ciertas estructuras, pues el cine tiene unas formas de ser en las que hay que escoger unos protagonistas, unos personajes de apoyo, los extras.

En mis películas invierto esa jerarquía: los extras son los protagonistas. Mis historias no están divididas en héroes y anónimos. Para mí el trabajo de los figurantes es fundamental para una película, pues son ellos quienes dan cuenta de que la vida no está dividida entre gente importante y sin importancia, en la vida todo el mundo es valioso.

Estas historias son una apuesta por la sinceridad, esto le gusta a mucha gente que no es cinéfila, les llama la atención la sinceridad.

El público extranjero, ¿cómo entiende sus películas?

Una de las grandes limitaciones en mis historias son los modismos que usan mis personajes. Yo soy un cineasta muy del uso del diálogo. A pesar de que trato de que los planos sean cinematográficos, la gente habla mucho en mis películas.

Aun así, los extranjeros sienten el impacto de la realidad, perciben que el elemento organizador de la película es un momento de sinceridad, de despojo de las intenciones creativas del director en un intento de propiciar que irrumpa eso que llamamos la realidad, que son los símbolos de los otros.

La violencia es un tema constante en sus películas, ¿por qué?

La violencia no es solamente una expresión o un concepto, es una realidad impresionante, con la que convivimos, es una cosa inevitable; es el sino social de mucha gente.

Por ejemplo, en La mujer del animal había un capítulo anterior en la que la protagonista era niña, entonces fui a buscar en los colegios para encontrar las actrices. ¡Qué cosa tan tremenda todo lo que me contaron esos niños! La cantidad de abandonos, violencia, maltratos, humillaciones, incertidumbres que viven, unos más que otros. Así que esa violencia está súper cerca, pero aun así nadie la ve, pareciera que no estuviera, está normalizada.

¿Por qué siempre Medellín?

Soy muy de Medellín, no he vivido en otra ciudad de Colombia, aunque viajo a muchas partes. La realidad social de las comunas de Medellín es un mundo inagotable. Su estructura laberíntica la hace infinita, tantos lugares, tantos recovecos. El espacio está fragmentado en tantas cosas que uno nunca terminaría de conocer esos barrios, que tienen tanta humanidad, tantas historias. No es como ir a otros barrios de Medellín como Laureles, que son bellos y me gustan mucho, pero se leen más bien fácil.

En esos barrios cada centímetro, cada metro expresa una vivencia, tiene las huellas de toda la gente que se aferró a esos lugares, a esos lotecitos, que construyó esos ranchos. Cada adobe, ¡cada lugar tiene tanta vida!, por eso es difícil salir de ahí.

¿Cuál es el papel del arte en el posconflicto?

Es muy importante. Uno cree que el arte es una de las cosas que más conviven con la religión, la política, la ley, las instituciones en general, pero muchas veces los medios de comunicación invaden todo y cubren todos estos lugares y lo que pasa en ellos porque trabajan para las élites, para una plutocracia, este gobierno de los ricos y las élites. Entonces, las verdades ni se tocan ni se huelen, y esas verdades es importantísimo encontrarlas, si tú no las encuentras es como si nada hubiera pasado.

Los cineastas tienen el deber de hacer notorio lo que está ahí y no está dicho. Hay que encontrarle el alma a todos los momentos que se han vivido. Hay que recuperar el alma de la gente que ha sufrido por la violencia, el abuso, el desplazamiento forzado. Debemos buscar el alma del país que ha sido ultrajada, pisoteada, y una de los instrumentos es el audiovisual.

Cine y realidad

En el marco del seminario Cine y Realidad organizado por el Departamento de Cine, el cineasta colombiano nos contó cómo estos espacios académicos y artísticos influyen en la formación de ciudadanos conscientes de su aporte a la sociedad y cómo la realidad es el elemento organizador de sus obras.

“No pensé que llegara tanta gente y siempre es difícil hablarles a tantos”, manifestó Gaviria refiriéndose a la acogida que tuvo el seminario no solo en la comunidad unicentralista, sino en general, pues este espacio estuvo abierto a todos los interesados en participar en él.

“Durante estas tardes logramos recorrer algunos aspectos de mi proceso como cineasta. Fue chévere porque fue un espacio que compartí con gente que hasta ahora está empezando a escribir y a hacer cine. Siempre que hago estas cosas me acuerdo de cuando era un joven estudiante e iba a este tipo de eventos, no a juzgar al conferencista o hacerle un examen “a ver si sabía”, sino que asistía realmente interesado. Espero que a los asistentes les sirva para algo, que les haya interesado”.

La UC, en su compromiso de contribuir en la formación de profesionales comprometidos con el desarrollo de una sociedad más igualitaria, propende por la creación de este tipo de espacios en los que los estudiantes puedan interactuar con profesionales destacados que los inspiren a ser parte del cambio.

Respecto a la importancia de la academia en la formación no solo de realizadores, sino del público, el cineasta agrega: “estos espacios son importantísimos. Por ejemplo, mis películas tienen un sentido muy social y sociológico, porque me interesa sensibilizar a la gente, no solamente aquella que está en el entorno del cine, sino a la comunidad en general”.

Daniela Guerrero Acosta
Coordinación de Comunicaciones
Bogotá D.C., 31 de agosto de 2018
Imágenes: cortesía del Departamento de Cine
Última actualización: 2018-08-30 17:37