El método, basado en el código Morse, les facilita a las personas con parálisis corporal comunicarse y acceder a las nuevas tecnologías de la información.
Alfredo Espitia Beltrán, docente del Dpto. de Ingeniería electrónica, propone un sistema de comunicación, inspirado en el código Morse, que establece un vocabulario binario que facilita el intercambio de mensajes complejos. El método está diseñado exclusivamente para satisfacer las necesidades de las personas que sufren de un alto grado de parálisis corporal.
Noticentral habló con Espitia acerca de esta propuesta investigativa, publicada en la revista Ingeciencias de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Básicas.
¿De dónde nació la idea de realizar una investigación sobre este tema?
El uso de la tecnología para atender necesidades en salud y el bienestar humano ha sido el principal motor de mi quehacer profesional. En particular, me resulta muy motivante el desarrollo de herramientas que mejoren la calidad de vida de las personas que conviven con alguna discapacidad.
¿En qué consiste esta investigación?
Lo que proponemos es un sistema de comunicación inspirado en el código Morse. El sistema de vocabulario binario, desarrollado por Samuel Morse y Alfred Vail, en el siglo XIX, que permite el intercambio de mensajes complejos utilizando solamente pulsaciones cortas (puntos) y (pulsaciones largas) rayas.
Para ejecutarlas, una persona con limitaciones motoras podrá hacerlo con alguna parte de su cuerpo en la que tenga un mínimo de movimiento voluntario, por ejemplo, un dedo, un pie, los labios, la lengua, los párpados, etc.
Más que una investigación, es una propuesta de trabajo y desarrollo abierta a todos los aportes de la comunidad académica. En resumen, hay un número importante de personas que, por diferentes razones, alcanzan un alto grado de parálisis corporal, casi total, que les impide comunicarse de forma fluida y acceder a las nuevas tecnologías de la información.
¿Cuáles son las conclusiones más importantes de este trabajo?
Creo que la más importante es que la ingeniería debe estar al servicio de la gente y sus necesidades; también, que no todos los nuevos desarrollos tienen que ser 100 % nuevos. Cuando te tomas la molestia de revisar antecedentes históricos, encuentras que existen muchas soluciones que han quedado obsoletas para la tarea para la que fueron desarrolladas originalmente, pero que pueden llegar a ser rescatadas y constituir la base de una solución para una problemática actual y diferente.
¿Cuáles son los principales desafíos de las personas que se dedican a la investigación académica?
Pienso que el principal desafío está en poder dar forma y materializar los resultados de las investigaciones en soluciones concretas y reales para la gente. Las universidades están llenas de grandes cerebros e ideas que, lamentablemente, se quedan en un nivel netamente académico, sin generar impactos tangibles en la sociedad. Es importante llamar a la acción, más aun cuando vivimos y observamos un enorme número de necesidades desatendidas en el país.
¿Qué consejo le daría a los estudiantes interesados en dedicarse a la investigación?
Trabajen siempre dentro de contextos reales. En sus cursos, sus trabajos de grado y semilleros de investigación procuren siempre interactuar con las personas involucradas en la problemática sobre la que quieren trabajar, reconozcan el entorno en el que viven e identifiquen sus necesidades.
Cuéntenos sobre su trayectoria en la Universidad Central
Me vinculé a la Universidad en agosto de 2016. Desde entonces he estado apoyando el trabajo de la línea de Bioingeniería del Departamento de Ingeniería Electrónica, principalmente en aquellos temas relacionados con discapacidad, accesibilidad y tecnologías de apoyo. Tuve la fortuna de formar parte del equipo que preparó los documentos para presentar la maestría en Bioingeniería y Nanotecnología ante el Ministerio de Educación Nacional. Ahora estoy trabajando, con el mismo propósito, para el pregrado en Bioingeniería.