El estudiante se aburre en clase y la culpa es del docente. Vale la pena reflexionar en torno a esta frase antes de desecharla pensando que aplica para un compañero y no para usted.
La evolución de los modelos pedagógicos y la avasalladora posibilidad de acceder a todo tipo de información, modifica de manera sensible el papel de los docentes de la educación superior. Ser solo proveedores de contenidos no es, no ha sido ni será, la misión de un docente. En la actualidad, los medios tecnológicos son manejados eficazmente por nuestros jóvenes y restringir su uso en las aulas de clase no es una solución a la distracción que se puede generar en el salón. Aprovechar sus posibilidades para potenciar la formación parece ser el camino.
El docente del siglo XXI propicia en sus estudiantes el pensamiento crítico y la autonomía en el aprendizaje; es un mediador experto en un campo del saber que induce el descubrimiento de las estrategias cognitivas de cada discípulo para que descubra su modelo metacognitivo y despierte o impulse su disposición para aprender. Así, el estudiante universitario da vida a toda esa información que lo rodea mediante un uso apropiado y con sentido en su contexto.
El joven de hoy tiene la información a su alcance. Encuentra en YouTube, en Ted o en Vimeo, con suma facilidad y sin ningún costo, clases detalladas y entretenidas de todo tipo de temas: cálculo diferencial, física, sociología, psicología, finanzas, etc.
Y ni hablar de los documentos escritos. Hace mucho tiempo que las enciclopedias en papel no se abren porque no es necesario. Google Academics provee miles de libros serios y muy consultados en español, en inglés y en otros idiomas. Las bases de datos ofrecen artículos científicos de actualidad; y los buscadores especializados permiten determinar qué tan citados han sido para contrastar su utilidad, pertinencia y rigurosidad científica. Redes sociales hay de todo tipo y las académicas son muy exitosas: Mendeley, Academia.edu, Researchgate.net, por mencionar unas pocas. Estas permiten que estudiantes e investigadores se agrupen en torno a intereses comunes y compartan bibliografía y opiniones; debatan y fomenten seminarios y producción académica.
Impedir que un estudiante acceda a información en las aulas con la frase "en mi clase me apagan esos celulares" no ayuda ni al maestro ni al discípulo. Es mejor decir: "¡enciendan los equipos electrónicos!, busquen información del tema de hoy, obtengan artículos e información complementaria, vean los videos que algunos docentes inquietos han dejado en YouTube, intercambien con sus compañeros e incluso con el profesor".
De esta manera, el docente no es un simple suministrador de información. Se convertirá en un guía que ayude a diferenciar la información para concentrarse en la más útil, la más clara, la mejor fundamentada. Es, sobre todo, un orientador que enseña al estudiante a ser su propio maestro y lo anima a descubrir la forma en que aprende mejor, es decir, su modelo metacognitivo.
Puede pensar que las herramientas informáticas son solo eso. Y tiene razón; pero la lectura y la escritura también y su uso potencia el aprendizaje y permite la evolución del conocimiento.
Así mismo, el uso de las posibilidades de la informática abre un mundo al manejo de la información y en consecuencia del conocimiento. Tomar la fotografía o hacer el video, transmitirlo inmediatamente a sus amigos, agregar comentarios al documento, incluirlo en un blog o explicarlo en un mail o en la red social son actividades frecuentes de nuestros estudiantes. En estos ejercicios cotidianos hay análisis, síntesis, crítica, debate, manejo de categorías y un sin número de reflexiones que encausadas adecuadamente enriquecen el pensamiento.
Tradicionalmente la comunicación del profesor con el estudiante se daba en el aula y era de una sola vía; los medios de comunicación se desarrollaron exponencialmente en las últimas dos décadas. El muchacho que usted ve hoy sentado en el aula, creció en esta revolución, conociendo, mejor que sus padres, el uso del correo electrónico, Skype, WhatsApp, Telegram, Hangouts, Facebook, por mencionar solo algunas posibilidades.
¿Cómo se comunica con sus estudiantes?, ¿ha cambiado en algo la forma en la que usted indaga su progreso y su comprensión de la asignatura respecto, digamos, a como se hacía en los años cincuenta del siglo XX?
Si cree que está informatizado porque usa las mismas diapositivas de hace tres años, si no escribe por lo menos un artículo bimensual sobre su área de conocimiento ya sea para sus estudiantes, revisar nueva literatura o dejar registro de los últimos avances sobre su objeto de estudio. Si no se ha interesado por mejorar su inglés o desarrollar objetos virtuales de aprendizaje (ovas) como valor agregado a sus clases, si no conoce la manera de acceder a la plataforma virtual (Moodle, por si no lo sabía) de la Universidad o al portal docente, si no ha ingresado a las bases de datos documentales que ofrece la biblioteca a través de Internet, piénselo ¿puede usted considerarse un docente del siglo XXI?