“¡Felicitaciones a los profesionales que con el derecho trabajan por conseguir la justicia!”, les dice a sus colegas el director del Departamento de Derecho y Ciencias Políticas de la UC.
La tradición de las celebraciones ha ido tomando fuerza en las actividades anuales de las personas y de las sociedades; así, según diversos parámetros, se celebran cada año el día del médico, de la madre, del agua, de la secretaria, etc.
Nuestra profesión, más que cualquier otra, tiene defensores y detractores; pero lo cierto es que el derecho es una herramienta clave para la solución pacífica de los conflictos, que siempre estarán presentes en cualquier sociedad, y el abogado es su operador por excelencia.
El elemento ético es base fundamental para el ejercicio adecuado de la profesión.
La historia de la abogacía está llena de hechos que recuerdan en Grecia a Demóstenes como un defensor gratuito; a Antisoaes, el primer defensor que cobró por sus servicios. Hay indicios de que fue en Roma donde por primera vez se desarrolló la profesión de abogado en forma sistemática y socialmente organizada.
También fue en Roma, la única ciudad del mundo antiguo, en donde se permitió a las mujeres ejercer la abogacía. En Las siete partidas, durante el reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284), aparece en un texto por vez primera la definición de abogado en la lengua española: “Vozero es home que razona por otro en Juycio, o el suyo mesmo, en demandando o en respondiendo. E así nome, porque con palabra usa de su oficio” (Partida III, Ley I).
No existe una fecha universal para la celebración del día del abogado y ni siquiera en Latinoamérica hay uniformidad para esta celebración. Pero, a pesar de que cada país tiene su fecha nacional de celebración, también hay celebración del día internacional del abogado el 3 de febrero de cada año. Las razones están relacionas con la historia de los Estados.
En México, el día del abogado se celebra el 12 de julio, fecha relacionada con el inicio de la primera cátedra de derecho en la UNAM; en Ecuador, se conmemora el 20 de febrero de cada año, en recuerdo del nacimiento del jurista y político ecuatoriano Luis Felipe Borja Pérez.
En Argentina, el día reconocido es el 29 de agosto de cada año, pues en esa misma fecha, de 1810, nació Juan Bautista Alberdi, abogado, considerado el autor intelectual de la Constitución Argentina de 1853. En Perú, la celebración es el 2 de abril de cada año y se realiza en conmemoración del nacimiento de Francisco García-Calderón Landa, presidente del Perú y abogado de profesión, considerado el patrono de los abogados peruanos.
Venezuela tiene como fecha de celebración el 23 de junio de cada año, pues es el día del nacimiento del primer gobernante del país Cristóbal Hurtado de Mendoza, quien también era abogado.
Colombia celebra el día del abogado el 22 de junio de cada año, aunque no se conocen claramente las razones de tal fecha.
En nuestro país, tenemos noticia que en 2012 se presentó a la Cámara de Representantes un proyecto de ley que proponía establecer para Colombia el 7 de noviembre como día del abogado. Se buscaba conciliar con otra propuesta de la Corporación Nacional de Abogados (Conalbos), hecha en 1976, para que se seleccionara el 14 de julio como símbolo de la libertad, por las actividades de la Revolución Francesa.
De acuerdo con la exposición de motivos, la propuesta del proyecto de ley se hacía en consideración a los acontecimientos ocurridos con ocasión de la toma del Palacio de Justicia de Bogotá, los días 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando fueron sacrificados, por las fuerzas violentas, eminentes profesionales del derecho.
Aparte de la preocupación por conocer los detalles de la celebración, esta es la oportunidad para recordar, en aras del prestigio e importancia de la profesión, el texto de los “Mandamientos del abogado”, escrito por el uruguayo Eduardo J. Couture:
Ama tu profesión: trata de considerar la abogacía de tal manera que, el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado.
Estudia: el derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado.
Lucha: tu deber es luchar por el derecho, pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha siempre por la justicia.
Olvida: la abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
Piensa: el derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
Sé leal: con tu cliente sé leal, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú le dices y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez, debe confiar en el que tú le invocas. Intenta ser leal con todo el mundo y todo el mundo intentará ser leal contigo.
Ten fe: en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la Justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustituto bondadoso de la justicia y, sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho, justicia, ni paz.
Ten paciencia: el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
Tolera: soporta la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya.
Trabaja: la abogacía es una dura fatiga, pues está al servicio de la Justicia.
Señores abogados, desde el Departamento de Derecho de la Universidad Central les deseamos un feliz día y no olvidemos la inmensa responsabilidad ética y social de nuestra profesión.